sábado, 1 de mayo de 2021

RENDERSI CONTO


Tenía 17 años cuando solía escuchar un programa radial en las frías noches del sur de Chile, el programa se llamaba “Saludando la noche” y había un sinfín de invitados que hablaban de temas que me llamaban mucho la atención en aquel entonces: Ovnis, parapsicología, ángeles, demonios, psicología, medicina alternativa y otros. Los días martes el programa se llamaba “los martes esotéricos”. Fue en 1988 cuando escuché por primera vez su voz como un invitado más en el programa su nombre era Ramasse Radulla (https://www.youtube.com/watch?v=e1vktlsMBZg&t=1257s) (minuto 20:09), y hablaba sobre conocerse a sí mismo, del destino, de la energía sueño, del despertar y otras cosas que comenzaron a llamar mi atención, de eso han pasado 33 años.

Comencé a seguir sus enseñanzas, lentamente fui iniciándome en los misterios de la ciencia hermética verdadera, en una escuela autentica, con un maestro y neófitos igual que yo, tratando de abrirnos paso a través del mundo del sueño.

Fueron cayendo muchas de las directivas en las cuales había cimentado mi vida, todas mis verdades eran remecidas una a una, me iba quedando vacío, sin tener nada a que aferrarme, mis creencias religiosas y los autores que durante años habían sido mi fuente de inspiración y a quienes seguía obedientemente me fueron dejando solo.

Había periodos en los cuales me alejaba físicamente de mi escuela, pero jamás dejé de recordar la enseñanza, y aunque débilmente aplicaba lo aprendido la vida muchas veces no se portaba bien conmigo, solía culpar a otros de mis errores, al mundo a la mala suerte, aunque la ley de causa y efecto había sido enseñada muchas veces por Ramasse, no lograba extraer la quintaesencia de aquello.

Como tengo buena memoria podía recordar la enseñanza y recitarla sin problemas, pero eso no me aportaba nada, seguía siendo un animalito en muchos aspectos. Ansiaba demostrar ante otros un conocimiento que llamaba la atención de algunos, mientras que para otros era solo un tema más. Me llenaba la cabeza con ideas y argumentos que no eran míos, que había copiado desde el exterior y que me parecían verdaderos, no los había sometido a un análisis profundo en mi interior, era un títere hablando por otros, una marioneta que se vestía y salía a la calle con ropas que no eran suyas. Me costaba decir que habían cosas que no conocía e inventaba respuestas para parecer un tipo sabio.  A veces me las daba de consejero, hablando de cosas que ni siquiera sabía si eran ciertas o no. ¿Sería tal vez que algo verdadero dentro de mi hablaba desde lo profundo? No lo sé.

Con cada conferencia y con cada libro de Ramasse, sentía ansias de entender, de comprender, de asimilar lo que este hombre transmitía, sabía que había algo grande, algo en mi interior me decía que debía permanecer a su lado mientras pudiera, en mi escuela con mis hermanos de viaje. 


Este camino está libre de toda floritura, y era eso lo que me inspiraba, la sencillez de su exposición que, sin ser simplista, se oculta a si misma de los oídos que no están preparados para escuchar. Como todas las verdades, solo llega a quien está preparado para recibirla. 

Sin embargo, a pesar de todos los años tratando de hacer de la vida una maestra y manejando mi mente para producir deliberadamente las más nobles cualidades, tales como la Serenidad, Optimismo, Alegría, paciencia, Valor, Fé, autobservación y Amor entre otras, realizando mis ejercicios diarios de iniciado, solo sentía en mi interior un pequeño avance en mi desarrollo espiritual, casi nada, el sueño y los pequeños yoes jugaban conmigo cuando querían. El primate Neandertal seguía haciendo de las suyas en mi vida. 

El canto de las sirenas llegaba constantemente a mis oídos y mis directrices de la escuela parecían tambalearse ante un mundo que no da treguas. El miedo a la muerte estuvo presente en mi cabeza durante muchos años y no había nada que hacer, era una batalla perdida, sentía que quedaba vacío, sentía que todo mi poder magnético se desvanecía ante este enemigo que nunca podía ganarle la batalla, lo encaraba con diversas herramientas, mis armas en mi calidad de guerrero impecable pero siempre salía huyendo por algún vericueto. 

Consultaba otras fuentes a veces, pero al poco de seguirlas me dada cuenta que las personas que las enseñaban carecían de Baraka, no estaba presente la flor del anufal.

Nunca hasta el día de hoy, encontré una enseñanza como la de nuestro maestro Ramasse. Esta es mi verdad y es auténtica porque nace de un corazón de iniciado, del último iniciado de la escuela el del arcano 78. De toda la enseñanza expuesta en estos años por Ramasse, solo hay dos, que han germinado en mí, lo que me demuestra que he aprendido mucho en mi escuela: “que no se nada”. Un alumno del  montón, del montón de mas abajo seguramente.

Estas dos pequeñas verdades las descubrí hace poco, tantas veces las escuché de boca de nuestro maestro, pero no había caso que bajaran a mi esencia, siempre nos recalca que la sabiduría no puede ser transmitida de boca a oído, aunque mi  cerebro las conocía desde antemano pero nada, no sé si yo me crucé en su camino o ellas se cruzaron en el mío, pero desde que las “vi” con el corazón y no con los ojos, algo en mí se detuvo, algo en mi dejó de hacer cuentas, algo en mi dejó de freír mi cerebro con las dudas, algo en mí se expandió generó más espacio, el reo aprendió a fugarse a ratos de la cárcel, el loro de mi cabeza me sigue hablando, pero estoy aprendiendo a no darle bola. ¿Sera esto trascender el programa?. Con esto el mundo me parece un lugar misterioso, nunca saber lo que va a pasar, la sal de la vida, pero a la vez un lugar fascinante en el que agradezco existir, la vida solo es real cuando Yo Soy.

Hasta ahora es lo más grande que he conseguido en mi trabajo espiritual, un chiste mal contado para algunos seguramente, pero un granito de arena en la chispa divina de este servidor, un avance tan grande como el diámetro de uno de mis cabellos. 

Tal vez decida contarlo a través de este blog, no lo sé por ahora, nunca se nada en verdad.

Saludos a todos los compañeros de viaje, en esta autopista llamada vida




HOMBRE SOLAR