
-Por favor- le suplicó la anciana-, dígale a mi nieto que
deje de comer azúcar, estoy segura de que él lo respeta mucho, y sé que
escuchará y obedecerá lo que usted le indique.
De inmediato y sin pensarlo dos veces, Gandhi les pidió que
se marcharan y que regresaran en cuatro días.
Cumplido ese plazo, regresaron la abuela y su nieto. Y
Gandhi, mirando a los ojos al pequeño, le dijo con autoridad: “deja de comer
azúcar, estás hiriendo tu cuerpo”.
Después de un breve silencio, sintiéndose reconfortada por
la fe que infundía el sabio, la anciana le dijo a Gandhi:
Maestro, ¿por qué nos pediste esperar cuatro días, si esta
misma preciosa arenga pudo haberla expresado aquella tarde? Y Gandhi respondio:
Señora, entérese de que hace solo cuatro días yo estaba comiendo azúcar a
rabiar, y entonces no podía hablarle con autoridad a su nieto. Ahora sí puedo porque hace cuatro días dejé
de comer azúcar. ¡!
- Durante seis años busqué la iluminación - dijo el discípulo -. Siento que estoy cerca y quiero saber cómo he de dar el siguiente paso. Un hombre que sabe buscar a Dios, sabe también cuidar de sí mismo.
- ¿Cómo te mantienes? - preguntó el maestro.

- Ése es un detalle sin importancia. Mis padres son ricos y me ayudan en mi búsqueda espiritual. Gracias a ello puedo dedicarme por entero a las cosas sagradas.
-Muy bien - dijo el maestro - entonces te explicaré el siguiente paso: mira al sol durante medio minuto.
El discípulo obedeció. A continuación, el maestro le pidió que describiese el paisaje a su alrededor
- No puedo hacerlo. El brillo del sol me ha deslumbrado.
- Un hombre que mantiene los ojos fijos en el sol, termina ciego.
Un hombre que sólo busca la Luz y deja sus responsabilidades en manos de los
demás, jamás encontrará lo que busca - comentó el maestro.
- ¿Qué pides a cambio de tu alma?
- Exijo riquezas, posesiones, honores... también juventud, poder, fuerza... exijo
sabiduría,
genio... renombre, fama, gloria... placeres y amores... ¿Me darás todo
eso?
- No te daré nada
- Entonces no te daré mi alma.
- Tu alma ya es mía.

¿Hay algo que yo pueda hacer para llegar a la Iluminación?
- Tan poco, como lo que puedes hacer para que amanezca por las mañanas.
- Entonces, ¿para que valen los ejercicios espirituales que tú mismo recomiendas?
- Para estar seguro de que no estás dormido cuando el sol comience a salir.

- ¿Rezas tus oraciones cada noche? - preguntaba una abuela a su nieto.
- ¡Por supuesto! - dijo el niño
- ¿Y por las mañanas?
- No. Durante el día no tengo miedo.
HOMBRE SOLAR
MAYO 2012