sábado, 22 de mayo de 2010

LAS REPRESIONES

El ser humano a medida que enfrenta la vida, comienza a rehuir muchas experiencias desagradables, sepultándolas en lo profundo del subconsciente. En esta forma tiende a olvidar rápidamente las cosas desagradables convirtiendose en una especie de prestidigitador al hacer desaparecer aquellos sucesos que le molestan o no le son gratos. Una persona puede, de hecho, ser muy desgraciado y ocultárselo a si misma sin darse cuenta, arreglándoselas subconscientemente para ignorarlo. Desde el punto de vista profano –por supuesto- esto puede ser bastante positivo, ya que el sujeto se engaña a si mismo y no enfrenta su propia verdad, que intuye muy amenazante. Pero, desde el punto de vista hermético, es todo lo contrario, ya que ese individuo no tiene así ninguna posibilidad de DESPERTAR, porque está constantemente mintiéndose a sí mismo.

Estos mecanismos no resuelven en ningún caso los conflictos internos y son tan solo “la aspirina” o evasión de los mismos, ya que arrojan al subconsciente energías que allí pueden adquirir especial virulencia y manifestarse después en forma de perturbaciones psíquicas inexplicables.

LA REPRESION: Es el mecanismo básico de defensa, a fin de apreciar cómo el subconsciente puede usarlo en cualquier instante de la vida como una forma de eludir el enfrentamiento con la realidad. Existen dos tipos: consciente y subconsciente.

La represión subconsciente es la acción de inhibir en forma involuntaria y subconsciente las manifestaciones de una tendencia. Mediante este procedimiento, nos libramos momentáneamente de la angustia de un conflicto psíquico. Por medio de la represión el Yo Psicológico evita que algún sentimiento, deseo, o fantasía, se haga consciente, por representar posibles tentaciones o castigos por causas de exigencias censurables. El hecho de excluir de la conciencia estos datos, tiene el propósito de aminorar sus efectos reales, como así también el dolor que implicaría el hacerse consciente de los mismos. Pero lo reprimido, aún cuando no es sentido conscientemente, continúa en vigor, y los conflictos surgen generalmente cuando se producen experiencias nuevas que tienen alguna vinculación con aquello que ha sido previamente reprimido.

Un ejemplo típico lo hallamos en aquellas conductas inusitadas, nerviosas, irracionales y compulsivas con que algunas veces reaccionamos ante hechos demasiado simples. Por ejemplo, nuestra pareja puede hacernos una pequeña crítica ante un hecho sin importancia y nosotros reaccionar a gritos en forma compulsiva y con creciente cólera y agresividad. Existe una tendencia en este caso, de parte de lo reprimido, a utilizar el nuevo acontecimiento (la crítica de la pareja), como vía de desahogo del potencial energético psíquico acumulado por mucho tiempo en el subconsciente. Este se manifiesta fisiológicamente a través del TALAMO, que es un centro nervioso ubicado debajo del cerebro, que actúa como su principal regulador. Depende de él todo el sistema simpático, y es el centro de las pulsiones emotivas y subconscientes que en un instante dado viajan por medio de un impulso eléctrico hacia la corteza cerebral, que es la sede de la conciencia y voluntad.

El mecanismo de la represión se pone en marcha cuando nace del subconsciente algún impulso reñido con la moral o la educación. Este impulso que se origina en el tálamo, se desliza eléctricamente hacia la corteza cerebal, pero encuentra en su camino lo que Freíd denomino el “SUPER YO”, que es en cierto modo la conciencia moral del individuo. Este Super Yo se forma principalmente en la infancia, cuando el niño asimila las normas culturales de conducta, pero en ningún caso es superior al YO Psicológico desde el punto de vista moral, ya que se ha formado como una imposición de la sociedad. Podríamos decir que el super yo es una parte del programa o personalidad constituido por la cultura, la ecuación y los convencionalismos sociales. Su actuación pone en movimiento diversas prohibiciones, lo que trae como consecuencia que una pulsión cualquiera que nació en el subconsciente , sea censurada por el super yo y devuelta al tálamo, sin que logre llegar a la corteza cerebral donde reside la voluntad. Esta pulsión al no poderse expresar en forma natural a través de la conciencia, deriva entonces hacia el sistema nervioso simpático, que al perturbarse da origen a la angustia, la cólera, agresividad etc. Sin que la persona hasta el momento llegue a enterarse de todo este proceso, puesto que al no llegar a la corteza cerebral, se realizó subconscientemente, sin que logremos percatarnos de lo que pasa, a no ser por la forma compulsiva en que reaccionamos en algunas ocasiones.

Ejemplo: Un hombre de edad siente deseos de llorar en cierta ocasión. Las circunstancias que provocan este deseo corresponden a vivencias ocultas en el subconsciente, ya que ante suceso similares el individuo acostumbra a llorar cuando niño (el subconsciente tiene la edad de un niño). Esta pulsión nace entonces del tálamo y se desliza eléctricamente hacia la corteza cerebral a fin de poder expresarse conscientemente, pero junto entre el tálamo y el cerebro se encuentra el super yo, que tiene grabado como producto impositivo de la sociedad la siguiente aseveración: “los hombres no lloran”. La pulsión es entonces devuelta al tálamo y desviada a continuación hacia el sistema nervioso simpático, lo que trae por consecuencia que un rato después este individuo, por ejemplo, reaccione con un improperio ante una leve observación que un amigo le hace, sobre un asunto que está asociado de alguna manera con dicha pulsión. La persona entonces va a reaccionar en forma totalmente inusitada, sin tener la menor idea de todo este largo proceso que se fraguó parte por parte en su mundo interno en la total subconsciencia.

Otro ejemplo típico lo hallamos en el simple olvido de un nombre o de una intención. Muchas veces se recuerdan los hechos como tales, pero sus vinculaciones, sus significaciones y su valor emocional, son reprimidos.

No porque lo reprimido aparezca disfrazado de vez en cuando en la conciencia, desaparece, sino que sigue existiendo en la subconsciencia. El mantener esta represión requiere de un constante gasto de energía y por lo tanto de poder magnético, ya que lo reprimido trata constantemente de hallar una vía de escape…

La represión consciente: Cada vez que una persona reprime conscientemente un deseo, esta energía se acumula en su mundo interno a nivel subconsciente. Casos típicos de represión consciente los vemos en aquellas personas que se proponen hacer ejecicio físico, dejar de beber o fumar, hacer dieta para adelgazar, dejar algunas actitudes internas, etc., imponiéndose a la fuerza ciertas conductas personales. No es posible dominar sobre ninguno de estos deseos o tendencias reprimiendolos. Reprimir equivales solamente a inflar un globo en el subconsciente, que tarde o temprano va a estallar en nuestras propias narices: en ningún caso es sinónimo de dominio de sí mismo. Un ejemplo corriente lo tenemos en aquellas personas que intentan dejar de fumar. Comienzan a reprimir los deseos a nivel mental, imaginan cada vez con más fuerza que siguen fumando. El dejar de fumar no se reduce solamente a un problema de voluntad, puesto que en un enfrentamiento entra la voluntad y la imaginación, gana siempre la última, es así como en un momento dado el sujeto como que explota y termina fumando más que antes…


¿Cuál es entonces el camino a seguir para superar estos conflictos?


Es posible ejercer un dominio sobre nosotros mismos a través de la sublimación, aprendiendo a utilizar la actitud emocional interna. El control personal que puede ejercerse por medio del manejo de la actitud emocional interna, no significa represión, puesto que esta se caracteriza por constituir un proceso impuesto desde el exterior, ya que transcurre desde afuera hacia adentro. La sublimación, por el contrario, se inicia en el mundo interno, originada en la compresión profunda de algo, y si bien es cierto que al comienzo existe un período de represión, como la persona ha comprendido exactamente los alcances del logro que pretende y lo inadecuado de las conductas que compulsivamente practicaba, no infla ningún globo en el subconsciente, lo que da por resultado el éxito seguro de aquello que se propuso.


Existe una diferencia entre saber y comprender. La diferencia radica en que el comprender tiene un connotación evolutiva, tiene que ver con sopesar profundamente aquello que en un instante dado queremos superar, cambiar o erradicar. El saber se asocia con el órgano del cerebro, el comprender se asocia con el corazón. Cuando intentamos comprender algo, iniciamos un viaje a través de la neblina que envuelve las cosas, y si este viaje es exitoso, veremos aquello que esta detrás… Cuando queremos comprender necesitamos la ayuda de nuestro espíritu, de nuestro maestro interno, del Atman que llevamos todos los seres humanos, la chispa divina, necesitamos que nos guía hacia la verdad profunda del fenómeno que nos tiene atrapados. Si logramos esto último, todo aquello que comprendimos, se incorpora dentro de nosotros, engrandece nuestro espíritu y pasa a formar parte de la verdades que nos llevaremos de esta vida.


Debemos recordar siempre que somos dos, aquellos que un día iniciaron un viaje maravilloso sobre este planeta azul, uno es el cuerpo y el otro el espíritu, de nosotros depende quien gane.



El cacique de la tribu se dirigió entonces a todos los jóvenes que pronto pasarían a la categoría de guerreros en los mapuches, y les contó que todos teníamos dentro de nosotros dos lobos, uno blanco y otro negro.

El blanco representaba lo bueno, la serenidad, la alegría, el altruismo, el Amor. El lobo negro representaba lo malo, la miseria, la envidia, la guerra, la muerte, el Odio.

Estos lobos combaten todos los días en nuestra cabeza, les dijo, ¿Saben quien tiene mas opciones de ganar? Los jóvenes mapuches se quedaron mirándose entre si y nadie supo la respuesta. Entonces el viejo cacique se levanto, tomo un puñado de frescas murtas y llevándosela a la boca les dijo:

“El que cada uno alimenta, ese es el que siempre ganará”



HOMBRE SOLAR

MAYO 2010